El centre

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¿Qué es la infancia sin tiempo libre? I parte



Un mundo exigente

¿Vivimos bajo presión como afirma el título de su libro? ¿Es realmente hiperexigente nuestra sociedad?
He peleado mucho con la editoriales y conmigo mismo, para encontrar el título ideal, y posiblemente no sea éste, ya que puede sonar aun libro de autoayuda, algo que no es.
La hiperexigencia creo que es general, aunque diversos grados. Nos hallamos en un momento único en la historia de la infancia en donde existe la profesionalización familiar: los padres taxi que llevan a sus hijos de una actividad extraescolar a la siguiente. Estos conceptos se enmarcan dentro de un cuadro más amplio: una sociedad que se alimenta del pánico y vive bajo el ruido del perfeccionismo. En ella impera una cultura que emerge del consumismo y se nutre de la cultura del Management: deseamos niños perfectos de los que ser padres perfectos para redondear el retrato.
Este panorama se refleja mucho más en las clases medias.
De hecho, la idea de profesionalizar la paternidad salió originalmente de estas clases, pero afectará a todos porque las posiciones de este sector son las que dictan el tono general. Aunque haya muchos niños que tienen más déficit de atención que exceso.

Dentro del cascarón

Los padres tienen miedo por los hijos ( no saber dónde están, que se accidenten) y de sí mismos ( no estar a la altura) ¿Es importante el miedo?
Si. Creo que el miedo es el motor de muchas cosas. Y el consumismo no es ajeno a él: nos venden, mediante la publicidad, una falsa idea de la felicidad y nos la creemos.

Si vivimos con estos miedos, ¿no corremos el riesgo de educar a nuestros hijos de una forma paranoica?
Es una idea de las grandes paradojas; toda esta cultura de la paternidad tiene teóricamente como objetivo formar niños creativos, autosuficientes, que sepan correr riesgos y manejar la incertidumbre. Pero el efecto que conseguimos es todo lo contrario: a los chicos que están saliendo de esta fabrica educativa, a la niñez del siglo XXI, le cuesta superar el miedo.
Son niños que nunca han tenido la oportunidad de aprender esta lección básica, porque intentamos siempre eliminar el riesgo de sus vida, lo cual es antinatural, ya que el riesgo existe y es uno de los obstáculos que los chicos tienen que aprender a manejar y entender cómo abordarlos. Si los encerramos en una jaula dorada, evitando el peligro durante doce y trece años, cuando salgan van a tener muchos problemas.
La segunda parte del problema es que los niños sienten y viven el miedo que tienen los padres, y eso lo he exprimentado en primera persona: ahora mi hijo va solo al colegio caminando, pero lograrlo fue dar ung ran salto; estamos contaminando por la cultura del pánico; en el colegio estaba rodeado de campañas de seguridad, que le indicaban que los adultos desconocidos eran pederastas potenciales y que el tráfico lo iba a matar. Y a esa visión contribuimos también las familias y los medios de comunicación.

¿Qué ocurre cuando los hijos detectan nuestros miedos?
Los niños son inteligentes y buscan el camino más fácil para lograr sus deseos- como dominar a la familia. Algunos aprovechan la situación de pánico de los mayores y acaban sin saber aceptar los límites ni las críticas, porque en casa, a causa de esos miedos, no se les han puesto límites. De ahí que alguno no se adapte bien a la escuela, que es un mundo que se organiza a base de compromisos, de fronteras, de reglas.

Carl Honoré
Autor de Bajo presión RBA Integral