El centre

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Equinoterapia


La equinoterapia, hipoterapia o terapia con caballos, es una terapia que consiste en el empleo de caballos para ayudar a superar diferentes enfermedades. Con la equinoterapia son muchos los beneficios, tanto físicos como emocionales, que se obtienen.


¿Desde cuando se utiliza la equinoterapia o terapia con caballos?
Como tantas otras terapias la equinoterapia o hipoterapia no es un invento de la era moderna. Los beneficios de los movimientos del caballo para paliar ciertas enfermedades ya era conocido por los griegos. Hipócrates ya mencionaba el efecto saludable del trote de los caballos y en siglo XVII se utilizaba la equitación para paliar los efectos de la gota.

Pero la equinoterapia experimentó un gran auge a partir de los años 50-60, desarrollándose el método que se utiliza en nuestros días que está basado en la relación directa que se establece entre el paciente y el movimiento del animal.

¿Para que enfermedades está recomendada la equinoterapia o terapia con caballos?
Algunas de las enfermedades para las que se recomienda la equinoterapia o hipoterapia y en las que se esta obteniendo muy buenos resultados son:

Esclerosis múltiple.
Autismo.
Síndrome de Down.
Espina bífida.
Traumas cerebrales.
Distrofia muscular.
Problemas de conducta.
Enfermedades neurodegenerativas.
Enfermedades traumatológicas.
Anorexia.
Pero la equinoterapia no es recomendable en los siguientes casos
Personas con problemas ortopédicos.
Personas con alergia al pelo del caballo.
Personas que padezcan hemofilia.
Personas que sufran convulsiones.
¿Cuáles son los objetivos de la equinoterapia o terapia con caballos?
Los objetivos de la equinoterapia o hipoterapia es conseguir que los pacientes obtengan beneficios en diferentes áreas, por ejemplo:

Mejorar la autoestima y la confianza en sí mismo.
Mejorar la memoria y la capacidad de prestar atención.
Aumentar el vocabulario y mejorar la comunicación verbal.
Fortalecer la musculatura, mejorar el equilibrio y la coordinación.
Aprenden a cuidar del caballo, dentro de sus posibilidades.
Se relacionan con personas diferentes de las de su entorno habitual, creando relaciones de amistad con sus compañeros y desarrollando el amor y respeto hacia el animal.
Todos estos beneficios se deben a que el caballo transmite unas 110 vibraciones por minuto que actúan sobre el sistema nervioso del paciente estimulándole y ayudándole a mejorar.
La equinoterapia puede realizarse desde los 18 meses, no existiendo límite de edad para su práctica.
En ningún caso el objetivo de la equinoterapia es que el paciente aprenda a montar a caballo.

Al desarrollarse al aire libre la equinoterapia o hipoterapia consigue que el paciente disfrute del entorno, pudiendo convertirse la terapia en una autentica diversión.
Se debe tener en cuenta que la equinoterapia debe formar parte de un tratamiento integral que ayude al paciente en sus problemas, no debe contemplarse como una terapia aislada.

¿Cuál es el caballo ideal para practicar la equinoterapia o terapia con caballos?
El caballo aconsejable para la práctica de la equinoterapia debe medir de 1 a 1,70 metros de alzada y tener entre 5 y 20 años. Debe tener experiencia y un carácter dócil. Debe estar acostumbrado a la gente y no espantarse nunca.
Ha todo esto hay que añadir un buen entrenamiento para que puedan ser caballos utilizados para equinoterapia.

Autor: Elia Arcas
Articulista de Enbuenasmanos

El niño de los caballos

El padre que susurraba a los caballos- Terapia con caballos para niños autistas


Un periodista relata en un libro el viaje con su hijo autista hasta Mongolia

'Los caballos no le han curado, pero sí han mejorado algunos de sus síntomas'

MADRID.- Rowan, de siete años, está en Londres con su abuela; mientras que sus padres, Kristin y Rupert, se encuentran en Barcelona por motivos de trabajo. Esta separación temporal, que para cualquier familia no supondría más que un pequeño trastorno logístico, es para ellos todo un logro. Rowan padece autismo, y esta situación hubiese sido impensable para él hace sólo un par de años.

Pero en este tiempo muchas cosas han cambiado en las vidas de los Isaacson, que se embarcaron en un viaje hasta las estepas de Mongolia en busca de los chamanes y los domadores primitivos de caballos que pudiesen ayudar a Rowan. De su experiencia ha nacido un documental que fue presentado este invierno en el Festival de Sundance, y un libro que llega ahora a las librerías españolas: 'El niño de los caballos' (ediciones Urano).

Pregunta: ¿Cómo se encuentra Rowan ahora mismo? ¿Cómo ha sido su regreso del viaje?

Respuesta: Él está increíble. Sólo el hecho de que él esté ahora en Londres y nosotros aquí, presentando el libro, supone ya un gran cambio. Hace dos años esto hubiese sido impensable. Él tiene siete años, y está dos cursos por delante en el colegio [un centro especial, donde recibe clases y terapias, incluida equitación, junto a otros niños no autistas]; además puedo decir que tiene muchos amigos y que ya es capaz de cabalgar solo, aunque aún le quedan progresos por hacer en el terreno de la conversación.

P: ¿No teme que mucha gente piense que su viaje es simplemente una locura de unos padres un poco hippies?

R: (Risas) Es posible que lo piensen, pero no tengo ningún temor por ello. Es mejor poder disfrutar de mi hijo como está ahora que pensar en las críticas de la gente. Es importante que la gente sepa que no hay nada parecido al 'new age' en esto, hemos probado muchas terapias de la medicina occidental antes de recurrir a los chamanes. Siempre usamos terapias occidentales.

P: ¿Y no piensa que puede generar algunas falsas esperanzas en otros padres?

R: No, el mensaje que yo quiero transmitir es que mi hijo no está curado, Rowan sigue siendo autista. Pero es cierto que la terapia con los caballos ha logrado mejorar su incontinencia urinaria, su capacidad para hacer amigos, y ha rebajado las rabietas inexplicables que sufría. Los padres con niños con trastornos del espectro autista saben que la mejor información que pueden recibir es la de otras familias, y por el contacto que tenemos nosotros en nuestro centro, cada familia sabe que hay algunas terapias que funcionan en unos niños pero no en otros.

El viaje, los caballos... No hay nada que cure el autismo, pero sí hay cosas que pueden ayudar a mejorar los síntomas y ahora se están realizando muchas investigaciones científicas sobre la equinoterapia. No todas las terapias van a funcionar con todos los niños; nosotros probamos cosas con Rowan que no funcionaron. Cada niño va a ser específico; pero con los caballos sí vemos que hay entre un 60%-70% posibilidades de éxito, de que mejoren en algún sentido, de que puedan llevar una vida más normal. No de que se curen, insisto.

P: De hecho usted describe en el libro el miedo al conocer el diagnóstico, la búsqueda de información en Internet... ¿Es ese sentimiento común a todas las familias?

R: Mi mujer es profesora de Psicología y enseguida se lanzó a buscar información en las páginas web de las mejores universidades; pero pronto descubres que estás tú solo. Porque la ciencia aún no entiende del todo bien el autismo, la investigación en este terreno está aún dando sus primeros pasos. El autismo es un espectro de trastornos, y tú tienes que averiguar en qué punto de ese espectro está tu hijo. Buscas terapias conductuales que puedan ayudarle, pero no es extraño que encuentres información contradictoria. El diagnóstico implica muchas dificultades y muchos padres pasan por las mismas que nosotros tuvimos.

P: ¿Se ha planteado investigar esta relación de los niños autistas con los caballos de alguna manera científica?

R: No, yo no soy científico, soy periodista y activista. Ahora, si algún científico quiere venir a nuestro centro para estudiar esto, nuestras puertas están abiertas. Sé que se están haciendo algunas investigaciones en dos investigaciones de Francia y dos en Canadá, se ha observado que la equitación puede liberar en estos pequeños oxitocina, la llamada hormona de la felicidad. Y más allá de todo esto está su capacidad para comunicarse, cuando les ves que se lo pasan tan bien con los caballos... Creo que se trata de algo muy parecido al efecto placebo; algunos pacientes que reciben una sustancia inactiva también mejoran. Y nos sabemos por qué. Podría ser que los sistemas tradicionales de curación, el chamanismo, y todas estas cosas, funcionen de alguna manera así, aunque honestamente no lo sabemos todavía.

P: ¿Tiene contacto con padres españoles? ¿Conoce las experiencias con caballos que se realizan aquí?

R: Sí, hemos recibido varios emails de padres españoles a raíz de la publicación del libro, y sé que hay un aumento del número de centros [de equinoterapia]. En España hay realmente un conocimiento muy profundo de los caballos, hay mucha gente que tiene enormes conocimientos prácticos y profesionales de estos animales, que forman parte de la cultura aquí.

Creo que en dos o tres años, habrá muchas innovaciones específicamente españolas en este terreno. Los caballos que ejecutan movimientos parecidos al baile son capaces de mejorar la capacidad comunicativa en niños autistas con apenas capacidad para hablar. Hemos visto cómo esta especie de balanceo les hace echarse a reír y después emitir tres o cuatro palabras. El sábado tenemos pensado ir a un espectáculo ecuestre en Barcelona, y realmente tengo muchas ganas.

P: ¿Cómo ha cambiado su relación con Rowan en este tiempo?

R: Ahora puedo ver más claramente quien es mi hijo, me puede decir qué está pensando. Ahora, trabajamos un poco juntos, me ayuda a entrenar a los caballos, porque él sabe mejor lo que necesitan los caballos en cada momento. Está empezando a escribir alguna historia, e incluso a hacer alguna grabación de vídeo con una pequeña cámara de juguete. Pero lo que es importante subrayar es que Rowan es aún autista, siempre lo será. No está curado, aunque ha perdido algunas de sus discapacidades anteriores. No creo que haya una cura para el autismo.

Fuentes: El Mundo.es publicado: 20/06/2009

Hablando con animales


Entender a nuestros mejores amigos los animales, como ya se hacía en tiempos remotos, es una experiencia que muchos han decidido incorporar a su vida cotidiana como una manera de encontrar otro camino. La Fundación Trifolium lleva utilizando la comunicación telepática como una forma de aportar a nuestra vida más salud, sanación y energía

Más allá de la palabra existe un lenguaje que compartimos todas las especies que habitamos la tierra. Es un lenguaje que siempre ha existido y, aunque los humanos lo hayamos olvidado, los animales son expertos en ello, pues no dejaron nunca de utilizarlo, ya que nunca se distanciaron de la naturaleza, como lo hemos hecho nosotros.

La telepatía surge a un nivel mental y utiliza energías más sutiles, siendo la frecuencia universal con la que todos los seres podemos conectar para comunicar entre nosotros y el resto de la Creación y el Firmamento. Comunicarse mediante la telepatía nos permite acceder a los Registros Akáshicos o a la Conciencia Cósmica. Es el vehículo que facilita el intercambio de información de los planos mentales y espirituales o energéticos. Sin embargo, hasta hace poco la misma palabra «telepatía» producía escepticismo entre nuestra sociedad, y era categorizada como un fenómeno paranormal, algo que pertenecía a las novelas de ciencia ficción.

Civilizaciones avanzadas

Ahora nuestras mentes se abren a la posibilidad de que existe mucho más que la materia a tres dimensiones. Comenzamos a considerar probable que estos fenómenos formaron parte de nuestra vida cotidiana en una época remota en la que existieron civilizaciones muy avanzadas, cuyos conocimientos se guardaron como preciosos secretos para un futuro en el que la humanidad estuviera de nuevo preparada para asumir su destino más elevado. Se despierta en nosotros una irresistible curiosidad por estos temas. Atrás dejamos el miedo y desconfianza que han generado en el pasado, llevados por una necesidad de buscar respuestas y de abrir puertas que hace tiempo se cerraron. Y no es de sorprender, dado el panorama. Los humanos nos hemos encarcelado en jaulas de hormigón, hemos vendido nuestras almas a la ciencia Cartesiana, y nos hemos entregado cegadamente a la tecnología y maquinaria.

No es mi deseo descalificar ni la ciencia, ni la tecnología, pues cada una, de muchas maneras, también han permitido evolucionar a la humanidad. Sin embargo, la obsesión por entregarnos sin límites a este estilo de vida ha ido en detrimento de nuestra salud, nuestra inteligencia y nuestra capacidad para conseguir metas mucho más altas. Le hemos dado la espalda a la naturaleza, o mejor dicho, la hemos sometido a los parámetros materialistas, en los que vemos a los animales como productos, y los ríos y los bosques como recursos. Sin darnos cuenta hemos entrado en una dinámica destructiva que amenaza hasta nuestra propia existencia, palpable en el estado de salud de los humanos, los animales y el medioambiente.

Esta mentalidad es precisamente la que mueve ahora a muchas personas a rebelarse, a replantearse todo cuanto se da por echo en nuestra sociedad, desde nuestros valores, nuestros sueños, nuestras capacidades, nuestra realidad en general. No es raro entonces que nuestra juventud se encuentre en un abismo existencial, y que nuestra generación esté atravesando crisis personales y profesionales. Estamos buscando un cambio radical para nuestra realidad. Cada uno tiene su camino particular, y son las enfermedades o las experiencias dramáticas que vivimos las que nos están obligando a encontrar otro tipo de respuestas.

Los animales, a pesar de haber sufrido mucho bajo la mano del hombre, no han dejado de acompañarnos a lo largo de nuestra evolución. Aunque una gran mayoría de personas todavía creen que los animales son seres inferiores y que están ahí para someterles y utilizarles, vuelve a surgir entre muchos de nosotros la necesidad de rodearnos de su presencia (su energía). Y no por que esté de moda, sino por que es algo natural en el humano estar en compañía de los que antaño fueron nuestros hermanos mayores. Digo antaño, refiriéndome a la época en la que los humanos vivíamos en armonía con la naturaleza, y en la que se reconocía a los animales como nuestros maestros y guías. Las culturas que hoy sobreviven de aquellos tiempos nos recuerdan que en la creación primero surgieron las piedras y los cristales, luego se crearon las plantas y los árboles, después llegaron los animales y nosotros somos los últimos en aparecer en esta historia. Estas culturas mantenían una actitud de humildad y respeto hacia la naturaleza y a todos los seres, a los que consideraban más sabios que nosotros.

Invocar su energía

Veían a toda la vida en la tierra dotada de la misma energía, por lo que, todo cuanto existía, poseía un espíritu particular a su forma de ser. Para esta gente, todo está animado por la Energía Universal, también conocida como la Chispa Divina o el Soplo Vital. Cada piedra, cada bosque, y cada árbol; cada pájaro, río o montaña emanan su propia energía. La vida y todas sus manifestaciones eran sagradas y merecedoras de nuestro más sincero respeto. En su vida cotidiana y espiritual los animales se veneraban y se invocaba su energía en los rituales para atraer su fuerza y sabiduría. El chamán o líder espiritual de la comunidad solía disfrazarse del animal con pieles y amuletos para atraer su sabiduría. De esta forma, su tribu averigüaba donde cazar, donde encontrar agua donde mejor pasar el invierno. Podían, de esta forma, preguntar a los elementales (o espíritus de la naturaleza) el momento propicio para migrar o predecir temporales. Del águila se solicitaba que dotara al chamán de su capacidad para sobrevolar una situación, siendo esta rapaz el Tótem o animal de poder de los chamanes. De otros animales se invocaba su fuerza, resistencia, astucia, olfato u oído; en fin, la energía de los animales y su presencia en la vida de estas culturas impregnaba todos sus quehaceres. Precisamente, el concepto de animal Tótem, o animal de poder, surge de las culturas que creían que todos nacemos acompañados del espíritu o energía de un animal, y que éste se queda con nosotros toda nuestra vida, influenciando nuestra forma de ser. Pero también pueden unirse a nosotros otras energías de animales que nos ayudan parte del camino para superar diferentes experiencias. Cada cultura desarrolló su propio lenguaje con los animales, dándoles diferentes pero, a menudo, similares significados. Para los Celtas el salmón era el animal más sabio, pues era el más antiguo de todos los animales. Para los Indios Norteamericanos el lobo era símbolo de familia. Curiosamente el caballo en casi todas las culturas surge como el animal sobre cuyo lomo lleva a los hombres al Reino Celestial, siendo capaz de trasportarnos a otros planos mentales o espirituales.

Pero también aparece una estrecha relación entre nosotros y los animales en las religiones más recientes como la cristiana y musulmana. San Francisco de Asis vivió para recordarnos que todos éramos preciosas creaciones de Dios, de la más humilde alondra, hasta el lobo más feroz. Se decía entonces que hablaba con los animales y entraba en éxtasis en presencia de la naturaleza. Sus «florecillas» eran un canto de reverencia hacia todos los seres de tierra a los que llamaba hermanos. También las fábulas y las películas de Walt Disney que nos acompañan en nuestra infancia están repletas de animales que hablan entre ellos y los humanos que protagonizan estas historias. Si estamos atentos, todas las pistas de que existe la comunicación interespecie están ahí desde el día en que nuestros padres nos leyeron el primer cuento. Personalmente, fueron estas historias las que sembraron en mí el anhelo de encontrar la forma de conectar con los animales. Un sueño que mantuve desde pequeña y que comienza a hacerse realidad.

Así pues, contemplando la idea de que todos y todo está creado y conectado por la misma Energía que nos da forma y vida, que en la historia lejana de los humanos existió una época en la que comunicábamos por telepatía, no sólo entre nosotros sino con los animales, los árboles y las estrellas; de que aún perdura esta sabiduría en pequeños rincones del planeta, y que podemos recuperar ésta y otras habilidades, no dudo de que a muchos, en este momento, les fascine esta idea y que, en el fondo del corazón, yace un deseo por creerlo y poder hacerlo. La primera vez que me planearon la comunicación telepática con animales lo taché de fantasía imposible pero, a la vez, sentí el deseo de que fuera verdad. Desde entonces, mi camino está repleto de experiencias increibles y maravillosas con los animales. Ellos me han mostrado, tanto en sueños como en la realidad, lo estrechos que son los lazos, si tan sólo nos proponemos hacer un esfuerzo. Se trata de aprender otro lenguaje nuevo y extraño, más aún por que significa utilizar sentidos que no pensábamos que poseíamos; un lenguaje único y personal entre nosotros, los animales, y la naturaleza. Dice Ted Andrews, autor de «Animal Speak», entre otras obras sobre la Energía y los elementales, que cada uno de nosotros debe desarrollar su propio lenguaje con la naturaleza. Al surgir a un nivel energético o espiritual, más allá de las palabras, sucede como una conexión particular que existe entre la persona y la naturaleza. Todas las personas pueden acceder con su propia conexión. Es un código personal que debemos descubrir.Pero, ¿para qué? y ¿por qué?

Reencuentro

Decía antes que los humanos nos encontramos al borde de un abismo, y los animales y la tierra enferman con nosotros por todo lo que hemos hecho sin conciencia durante los últimos milenios. En nuestra búsqueda por salvarnos y rescatar aún lo que podemos está sucediendo algo en nosotros. Buscamos el contacto con los animales y la naturaleza, sin saber muy bien por qué. Los animales de compañía plagan nuestras ciudades e incluso sustituyen la compañía humana a los que deben vivir en una sociedad que fomenta la soledad. El éxodo al campo, a la montaña o al mar se ha convertido en un fenómeno los fines de semana. El ecoturismo y los deportes de aventura han sustituido, en muchos casos, la oferta y demanda del turismo cultural, aunque ahora hay gente para todo y también existe un deseo de encontrar respuestas en la historia que han dejado nuestros antepasados. No es casualidad que busquemos el reencuentro con los animales y la naturaleza. En el fondo, añoramos nuestro verdadero hogar, y ahora más que nunca, necesitamos volver para sobrevivir.

Los animales son en realidad mucho más de lo que aparentan ser. Esto lo he descubierto trabajando para su protección desde la Fundación Trifolium desde hace 12 años, y a través del estudio de la Medicina Tradicional China con Marita Casasola, de las culturas indígenas americanas, europeas (los Celtas) y mongola, y en sueños, meditaciones y visualizaciones. Para mí, los animales se han convertido es seres mágicos, portadores de mensajes divinos, terapeutas innatos, guías espirituales y espejos que se ofrecen voluntariamente para reflejar nuestro lado más profundo. Sin duda, han sido maestros que hábilmente me han guiado a encontrar otro camino. Me han demostrado que dentro de mí hay cualidades que desconocía y me han dado la fuerza para superar muchos obstáculos. Más allá me han enseñado la puerta que abre al mundo de la energía, el plano en el que todos somos uno; donde sobran los prejuicios y las palabras son innecesarias; donde lo entendemos todo y ellos se brindan a ayudarnos, a sanarnos y al resto de la tierra. Por esto comencé a dar cursos y talleres sobre las terapias naturales y la comunicación telepática con animales.

Aprender de los animales

Una grave epidemia en el refugio que gestiona Trifolium provocó que cuatro perras quedaran paralíticas y desahuciadas por la veterinaria convencional. Una incapacidad de tirar la toalla me llevó hasta Marita Casasola, quién consiguió sacar a las cuatro perras andando. Escuchándola hablar de los animales como seres especiales me contagió su entusiasmo en la filosofía y mitología China (llena de leyendas de animales fantásticos), y acabé estudiando acupuntura con ella durante cinco años. Sus libros y sus cursos, entre otros, me inspiraron a organizar el curso de «Nuestros Maestros los Animales». Éste es una introducción al mundo de las energías sutiles que despierta nuestra conciencia para concebir a los animales de otra forma mediante ejercicios que fomentan el uso de nuestra intuición e imaginación, herramientas indispensables para poder comunicar a nivel telepático. Una meditación guiada lleva al alumno hasta su animal Tótem y se lleva a la práctica la comunicación interespecie.

Mis experiencias con los animales no dejan de sorprenderme y poco a poco voy desarrollando ese lenguaje que en algún momento olvidé. Me he propuesto enseñar a otros cómo hacer lo mismo y repito este curso varias veces al año en Canópolis, nuestro santuario de animales en el Parque Natural del Garraf, desde 2004. En mayo 2010 ofreceré un curso de fin de semana en Llagostera (Gerona), con maestros muy especiales… los caballos.


Gemma Knowles
Vicepresidente de la Fundación Trifolium Fundadora de Nuestros Maestros los Animales

Revista Invierno 2010

Tirar boles de neu


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Equitación terapéutica y Hipoterapia


La equitación terapéutica, tiene inmensas diferencias con la Hipoterapia.
Mientras la equitación terapéutica busca cumplir con las metas del jinete, que es mover, controlar su caballo, guiarlo independientemente en sus diferentes aires y hacer diferentes ejercicios y hasta competir, los fines de la Hipoterapia son otros. La equitación terapéutica es un gran ejercicio y ayuda a varios tipos de discapacidades especialmente en lo psicológico y emocional ya que permite a un discapacitado llegar a ser igual o mejor sobre un caballo, que un jinete físicamente normal, en una actividad extremadamente desafiante. En el Corral Benedictinos, por los años que llevamos de servicio a la comunidad tenemos experiencia con muchos niños, que han logrado sostener su cuerpo gracias a la Hipoterapia y hoy practican la equitación terapéutica o monta terapéutica, nuestros niños ya compiten entre si ya sea en disciplina huasa o equitación básica. Estos programas de destreza deben ser manejados por maestros de Equitación o profesores de Educación Física.

La hipoterapia a diferencia de la equinoterapia o monta terapéutica, es un tratamiento médico para ayudar a solucionar los problemas físicos y emocionales de cada paciente. El médico indica el diagnóstico y el fisioterapeuta busca el mejor aprovechamiento del movimiento del caballo para ejercer el movimiento de tal o tales músculos para lograr las metas previstas por el médico. El paciente de Hipoterapia generalmente no es autosuficiente, en un principio necesita montar junto a su terapeuta, hasta que sus músculos le permitan sostener y equilibrar su cuerpo sobre el caballo. Poner un niño pequeño o adulto impedido de mover su cuerpo o partes de el sobre el caballo, necesita estudios y especialización, hay contra indicaciones. Los kinesiólogos son especialistas en eso, llegando a hacer de la Hipoterapia uno de los mas geniales tratamientos de los últimos tiempos.


Fuente: Hipoterapiacl

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Los caballos terapeuticos


Los animales no sólo son capaces de ofrecer al ser humano lealtad y afecto casi ilimitados, sino que muchos de ellos pueden sanarlo física y mentalmente gracias a terapias alternativas en las que veterinarios y científicos están avanzando. Una de ellas es la que tiene como protagonistas a los caballos: es la llamada equinoterapia o hipoterapia.

El conjunto de acciones que conforman este tratamiento se fundamentan en el uso del movimiento multidimensional del équido. Gracias a los caballos es posible hacer avances sorprendentes en niños con problemas psicológicos o personas con dificultades motrices.

La equitación, una medicina natural
Los efectos terapéuticos del caballo no se han descubierto ahora ni mucho menos. Ya los griegos se dieron cuenta de que la equitación era una actividad regeneradora: tonifica el cuerpo y eleva el estado de ánimo. Durante el siglo XVII nuevos hallazgos médicos mostraron que cabalgar era especialmente efectivo para luchar contra la gota.

Es el científico francés Chassiagnac uno de los primeros que avanzaría las líneas de investigación en torno a la equinoterapia. A finales del siglo XIX descubrió que la monta mejoraba los movimientos y el equilibrio de sus pacientes, y por eso, aplicó la equitación como tratamiento para los trastornos neurológicos, motrices y psicológicos.

Durante los años 60 se vivió un auténtico auge de esta terapia, sobre todo en Alemania. Es aquí donde se han producido los resultados más significativos y donde la equinoterapia se ha revelado como un método efectivo para tratar determinados males. La relación entre el movimiento del animal y la respuesta del enfermo se convirtió en la base del tratamiento.


En qué consiste
Gracias a la equinoterapia, el enfermo es capaz de enfrentarse al movimiento, sin ser un agente activo. El trote del caballo produce en el ser humano sensaciones similares a las que siente el cuerpo al caminar, por lo que obliga a éste a reaccionar ante el movimiento y a volver a familiarizarse con él.

La variedad de trotes del animal favorece que el paciente sienta un amplio abanico de movimientos y sensaciones. Las respuestas musculares y sensoriales son precisamente las que facilitan su rehabilitación.

Aunque se suele utilizar sobre todo en casos de problemas del sistema locomotor por los beneficios que proporciona en articulaciones, músculos y sentido del equilibrio, el trato y relación con los caballos también se ha demostrado efectivo para combatir problemas de comunicación y comportamiento, sobre todo en el caso de niños y jóvenes.

Existe un gran número de enfermedades en las que es aplicable el uso de la hipoterapia como tratamiento: esclerosis múltiple, desórdenes alimenticios, traumas cerebrales, parálisis, enfermedades neurodegenerativas, problemas de conducta y comportamiento, síndrome de down, autismo y diversos tipos de minusvalías.

Esta medicina natural también ha demostrado ser efectiva en casos de rehabilitación de drogodependientes y en individuos con problemas de adaptación social.

Una terapia divertida
Asimismo, desde el punto de vista psicológico, se ha demostrado que, gracias a la equitación, mejora la autoestima, la atención y la concentración de los enfermos. El paciente también experimenta un aumento de la seguridad sí mismo y de la motivación para rehabilitarse.

Sin duda, otro punto a favor de la equinoterapia es que el paciente no percibe el tratamiento como un 'suplicio'. Para el enfermo el trato con el caballo es siempre diversión y, por lo tanto, se muestra siempre mucho más receptivo en los ejercicios de recuperación. Al desarrollar los trabajos al aire libre, se favorece además la relación del paciente con el entorno y el espacio.

Fly Unicorn blanc

Bones!
A continuació penjo el nou fly virtual del centre d'equinoteràpia.
Per qualsevol dubte, us podeu posar en contacte. HI explicar en què consisteix l'equinoteràpia, els beneficis i la situació de com arribar-hi.


Per posar-hi color- Para colorear

Terapia.-Emociones-


El hecho de montar un caballo, rompe el aislamiento de la persona con respecto al mundo, poniendo al enfermo en igualdad de condiciones con respecto al jinete sano.
No cabe duda que montando se consigue superar el temor, mejorar la confianza y la capacidad de concentración; al tiempo que hace perder las tensiones e inhibiciones físicas y emocionales. Esto hace que la hipoterapia resulte efectiva no sólo con enfermos, sino también con personas que presentan problemas de inadaptación social.
Todo ello se consigue gracias a que el caballo ha demostrado ser un animal enormemente perceptivo, de inmediato se dará cuenta de que la persona es diferente a los demás y por ello se comportará de forma diferente a como lo haría con cualquier otro jinete.
Son muchos los buenos resultados conseguidos y llenan de esperanza, pero no podemos pensar que se trata de una “cura milagrosa”. La hipoterapia está considerada como un tratamiento alternativo, pero también complementario a los que se utilizan habitualmente. Se ha demostrado que con él se pueden obtener nuevos estímulos complementarios a los conseguidos con tratamientos tradicionales.
El primer paso de las sesiones de hipoterapia será establecer una relación entre el paciente y el animal.



Esta fase inicial es de suma importancia, ya que con ella debe generarse el necesario clima de confianza entre ambos. Si el paciente no confía en el caballo, no podrá estar relajado sobre él y en consecuencia la terapia será ineficaz.
En estos primeros contactos el paciente deberá acercarse al caballo, acariciarle, darle de comer... es muy importante que se produzca el contacto físico para que la persona tome conciencia del volumen del animal, de su cuerpo.
Debemos tener claro que el objetivo de la hipoterapia nunca es que el paciente aprenda a montar, simplemente deberá colocarse sobre el caballo, acompañado en todo momento por el fisioterapeuta quien vigilará que se adopten las posiciones que faciliten la circulación sanguínea, mejoren el equilibrio y el sentido espacial.
El paciente deberá ser colocado en la cruz del caballo, lugar donde la columna del animal es más alta (donde el cuello se une con la espalda), en este punto se reciben los movimientos de los músculos anteriores y posteriores, que son los que provocarán el estímulo.
Las formas de asentarse el paciente sobre el caballo pueden ser diversas, dependiendo del tipo de estimulación que se necesite en cada caso (incluso se montará hacia atrás).
Las primeras sesiones tendrán una duración que irá desde los 15 hasta los 30 minutos, dos o tres veces por semana. A medida que el paciente va mejorando, estos tiempos se irán ampliando, llegando a sesiones de una hora.
Antes de montar a caballo, el paciente realizará una sesión de calentamiento en el gimnasio, que preparará a los músculos y articulaciones para el siguiente ejercicio físico.
También después de montar se pasará por el gimnasio, esta vez con el objetivo de obtener una correcta relajación muscular.
Cuando un nuevo paciente acude a un centro para recibir hipoterapia, los pasos a seguir serán los siguientes:
• Realización de una evaluación por parte del personal sanitario, quien analizará el grado de afección, determinando su el paciente puede o no montar a caballo.
• Se estudiarán los posibles efectos secundarios, estableciendo en consecuencia un plan de prevención.
• En función de las características de la persona, se desarrollará un plan de trabajo, en el que se planteará qué caballo le conviene así como el programa a realizar por sesiones.
Es función del terapeuta mantenerse totalmente atento a las respuestas dadas por el paciente en función de los movimientos del caballo, ajustándolos para obtener los mejores resultados.

La terapia



En general, con esta terapia se han observado:
• Efectos fisiológicos: aumento de la capacidad de percepción de estímulos, al encontrarse en una situación de movimiento.
• Efectos psíquicos: se estimula la atención, la concentración y la motivación frente a otros movimientos. Es fundamental el aumento de la autoestima y de la seguridad en uno mismo.
• Efectos físicos: el caballo tiene una temperatura corporal y un volumen muy superiores al hombre, lo que conlleva una importante transmisión de calor y solidez al ser abrazado y tocado por un niño.
El movimiento del caballo tiene además la gran ventaja de ofrecer una enorme variedad de ritmos cadenciales, lo que supone la posibilidad, desde el punto de vista terapéutico, de graduar el nivel de sensaciones que el paciente recibe.

El caballo al trote transmite al jinete un total de 110 movimientos diferentes por minuto, en consecuencia no hay ni un solo músculo ni zona corporal, desde el coxis hasta la cabeza, al que no se transmita un estímulo. Todo ello en conjunto, produce que el enfermo pueda ser capaz de experimentar sensaciones que nunca antes ha vivido.
La hipoterapia supone una actitud activa del paciente, que deberá realizar movimientos para estirarse, relajarse, mejorar la coordinación y el equilibrio...
Pero si hay un punto diferenciador, que influye muy notablemente en la obtención de resultados positivos, es que la hipoterapia es asumida por el paciente como una diversión. Se desarrolla al aire libre, pudiendo disfrutar de cuanto le rodea, no en un lugar cerrado lleno de máquinas que en cierta medida pueden suponer una amenaza para el enfermo. Montar a caballo es una terapia, pero es también una diversión y sólo explotando correctamente ambas vertientes se conseguirán los mejores resultados.
Por todo ello, esta terapia ha demostrado su eficacia en personas con problemas de todo tipo:
• Esclerosis múltiple.
• Parálisis cerebral.
• Autismo.
• Síndrome de Down
• Espina Bífida.
• Traumas cerebrales.
• Conductas caracteriales.
• Enfermedades neurodegenerativas.
• Enfermedades traumatológicas.
• Anorexia.
• Bulimia.
• Afecciones crónicas.
• Minusvalías de cualquier tipo (físicas y psíquicas).
• Problemas de comportamiento.
• Incapacidad intelectual.
• Discapacidad física.
• Discapacidad sensorial.
• Enfermedades mentales.
• Diversas inadaptaciones sociales (drogadicción, delincuencia...).
• Otras afecciones invalidantes.

Breve historia de la hipoterapia



El efecto beneficioso del movimiento del caballo se conoce desde antiguo. Ya en su época, los griegos aconsejaban practicar equitación con el fin de mejorar el estado anímico de los enfermos incurables, incluso el propio Hipócrates, 460 antes de Cristo ya hablaba del saludable trote de los caballos. Más tarde, en el siglo XVII, la medicina utilizaba la equitación como método para combatir la gota, enfermedad que por entonces causaba auténticos estragos.

Los primeros datos contrastados nos llegan de 1875, año en el que el neurólogo francés Chassiagnac descubrió que un caballo en movimiento mejora el equilibrio, el movimiento articular y el control muscular de los pacientes. Experimentó con esta idea y concluyó que montar a caballo mejoraba el estado de ánimo y que era particularmente beneficioso para los parapléjicos y pacientes con trastornos neurológicos.
Pero el auténtico auge de la hipoterapia en Europa surge a partir de los años 50 y 60, desarrollándose principalmente en Alemania. En este país se experimentó por aquel entonces con el método que en nuestros días se utiliza, basado principalmente en el establecimiento de una relación directa entre el movimiento del caballo y la respuesta del paciente.


La Hipoterapia se basa en el aprovechamiento del movimiento del caballo para la estimulación de los músculos y articulaciones del jinete (en este caso, paciente).
De esta forma, se convierte en el único tratamiento por medio del cual el paciente está expuesto a movimientos de vaivén que son enormemente similares a los que realiza el cuerpo humano al caminar. Esto supone que el paciente no se enfrenta pasivamente al movimiento, sino que se ve obligado a reaccionar frente a una serie de estímulos producidos por el trote del caballo. Debe adaptarse y responder frente múltiples y diferentes sensaciones.


Se produce así una reacción que no es sólo muscular sino también sensorial. Afecta a todo el cuerpo del paciente, quien experimenta una mejoría global.
A nivel físico la hipoterapia ha demostrado ser capaz de mejorar el equilibrio y la movilidad, de ahí la utilización con pacientes que sufren diferentes parálisis. Pero actúa también en otros planos como el de la comunicación y del comportamiento.
De hecho, esta terapia se utiliza en gran medida con personas que sufren dificultades para ingresar dentro de la sociedad.

El Unicornio Blanco


Yolanda es una adolescente autista sin vínculos emocionales y con una marcada conducta autodestructiva. Nada parece estimular el cambio en su comportamiento hasta que conoce a Flecha, un caballo al que cuidará y con el que se vinculará de manera positiva. Yolanda es un ejemplo de cómo el contacto con animales pide ser de gran ayuda en las terapias de muchos pacientes.

En un texto védico contado por el escritor Kenneth White, puede encontrarse esta vieja fórmula “ La primera de todas las enseñanzas consiste en meditar sin fin sobre el pájaro”
El caso informado por el doctor Ange Condoret, en 1963, sobre una niña autista de seis años de edad, muda y asocial, Betsabé, que empezó a hacer progresos desde el momento en que una paloma en vuelo captara su atención, propone un significado pleno a la pedagogía del texto hindú.

Yolanda: la niña ausente
Con Yolanda, nuestra paciente, igual que con Betsabé, habían fracasado todos los esfuerzos de sus terapeutas y maestros. Cuando la conocimos tenía trece años. Mantenía un nivel de autonomía aceptable en las habilidades básicas de la vida cotidiana. No poseía lenguaje verbal. Regulaba sus necesidades y sus deseos inmediatos mediante una grave conducta autoagresiva, golpeándose la frente contra cualquier superficie o con sus propias manos fuertemente unidas en un puño, ante la más mínima frustración cambio o estimulo ambiental imprevisto.
Cuando estaba contenta emitía un sonido gutural, parecido a un ronquido, que repetía varias veces, para luego ponerse a correr en círculos concéntricos hasta caer agotada. Podía pasar mucho tiempo observando incansablemente un trocito de cartón en sus manos mientras se balanceaba sentada en el suelo de rodillas. De hecho, esta era su posición preferida.
No establecía ningún contacto físico espontáneo y tampoco jugaba con los demás niños. Solo con Marina, su monitoria, tenía un vínculo diferenciado. A excepción de la frente, deformada por el hematoma crónico, tenía aspecto de una adolescente totalmente normal. Estábamos convencidos de su capacidad de aprendizaje y de observación, sólo que la grave conducta autoagresiva no nos daba treguas.


La niña que conectaba con los caballos
Temimos que la primera sesión con los caballos fuera un desastre. Sin embargo, casi inmediatamente, Yolanda mostró un gran interés y una habilidad extraordinaria en cada una de las tareas de aproximación. Les daba de comer, los cepillaba o los llevaba del ramal como si lo hubiera hecho siempre. Disfrutaba de todas las tareas.
En seguida manifestó su deseo de montar y fue entonces cuando reapareció la conducta agresiva. Observamos que cuando el caballo se paraba, Yolanda comenzaba a golpearse fuertemente contra la cabeza del animal. Empezamos a moldear la acción, de manera que el caballo solo caminaría, llevado del ramal por el terapeuta, si Yolanda dejaba de golpearse y acertaba con dar un par de suaves palmadas en el molo del animal.
En cada ocasión que esto ocurría repetíamos la consigna “anda caballo”.
La secuencia, con el paso de las sesiones fue independizando de l acción del terapeuta y Yolanda alcanzó una gran destreza. Desde el primer día manifestó una afinidad casi exclusiva por Flecha, un hermoso caballo blanco. Su abuela materna nos comento que, siendo Yolanda muy pequeña, le colgó un cuadro en su habitación; una niña dormida a los pies de un unicornio blanco.
No cabe duda de que Flecha era el unicornio que habitaba la infancia de Yolanda.

Carlos Ranera
Medico Psiquiatra
Mente-Sana

¿Qué es?














Con el término Hipoterapia (procedente del griego “Hippos”, caballo), se denomina la alternativa terapéutica basada en la utilización del movimiento multidimensional del caballo para el tratamiento de diferentes afecciones físicas y mentales.

La Hipoterapia ha demostrado en numerosas ocasiones sus resultados positivos: niños autistas, incapaces de mostrar afecto hacia sus seres más allegados, son capaces de abrazar a su caballo; jóvenes en silla de ruedas han logrado caminar; niños hiperactivos logran alcanzar estados de relajación... son algunos de los “milagros” que el trote de un caballo puede llegar a conseguir.