El centre

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Prohibiciones absurdas



Estas prohibiciones actúan como verdaderos mandatos vinculantes. Es imposible no escuchar estas órdenes, por condicionantes que suenen, si llegan a nosotros cuando todavía no podemos cuestionarlas y encima de la mano de las personas que más queremos y que, supuestamente, más nos quieren.

Absurdo 1.- No está permitido que pretendamos ser quienes somos. Debemos ser, parecernos o actuar como nuestros educadores creen que es correcto y como ellos nos aseguran que es lo mejor para nosotros.

Absurdo 2.- No está permitido que nos involucremos emocionalmente, porque eso nos haría sufrir. Sin compromiso afectivo, no habrá posibilidad de que suframos.

Absurdo 3.- No está permitido el contacto físico. De los más inocentes acercamientos puede surgir connotación sexual y eso es un tabú hasta la madurez.

Absurdo 4.- No está permitido crecer ni estar sano, porque eso dejaría en duda el rol de nuestros educadores, los cuales se significan con la actitud de cuidarnos.

Absurdo 5.- No está permitido perder el control de las cosas. Todo debe quedar bajo nuestra égida y nuestro dominio.

Absurdo 6.- No está permitido disfrutar de la vida, porque eso confrontarla con la idea de nacer, sufrir y morir.

Absurdo 7.- No está permitido correr riesgos, porque la vida es peligrosa y todo lo que hagamos en especial lo que nos da placer, implica una amenaza a nuestra integridad.

Absurdo 8.- No está permitido sentirse importante. Debemos ser uno más o, por lo menos, no competir con nuestros educadores.

Absurdo 9.- No está permitido equivocarse. Porque eso es un fracaso y objeto de desprecio de los demás.

Absurdo 10.- No está permitido ser totalmente libres, ni en nuestras decisiones, ni en nuestros pensamientos, ni en nuestros sentimientos. Debemos hacer lo que se espera de nosotros, estudiar lo que es mejor, trabajar como se debe y casarnos con la persona adecuada.

No dudo que este listado está incompleto y que las atrocidades que algunos adultos son capaces de generar en los niños no tienen límites; sin embargo, esta muestra basta para decir lo que hoy nos interesa.
Normalmente el niño y, más tarde, el adulto- necesita agradar, sentirse querido, aprobado, reconocido y valorado. Estos mandatos, en interacción con los acontecimientos particulares de cada historia y de cada vínculo familiar, determinan que el niño abandone su infancia con una clara idea de lo que se espera de él- Y lo confirma de nuevo cuando recibe directamente de sus padres la máxima aceptación si se impone a sí mismo las restricciones que se le enseñaron.
Sometidos por nuestra educación a lo que se nos está permitido y a lo que se nos llevó a pensar, construimos una programa para nuestra vida, un argumento, un guión sobre todo, una determinada forma de interpretar el mundo a nuestro alrededor, acorde a lo que se debe y a lo que no se debe.
Jorge Bucay