El centre

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Libertad al estudiar




Entonces también habría que crear materias nuevas. Hay alumnos a los que les interesa la historia, la literatura o las matemáticas, y alumnos a los que no.

¿Qué podemos hacer con los que no están interesados?

Creo que en términos generales, si una materia está bien planteada puede ser interesante. Como es obvio, siempre habrá chicos que no la sigan. Un sistema alternativo es darle mayor libertad al colegio y al maestro para definir el programa de estudios; este es un hilo universal en todos los centros de mayor éxito. Y eso es lo que se ha perdido. El establecimiento de un programa de estudios homogéneo absorbe mucho de ese espíritu de libertad y aprendizaje porque alumnos y profesores se obsesionan con las notas y se pierde ese algo mágico y trascendental del aprendizaje puro, cuando maestro y alumno se olvidan de lo accesorio y se centran en el aprendizaje.

¿Y esa presión parece afectar también el mal llamado tiempo libre?

Esa me parece una de las raíces de nuestros males: nuestra relación malsana y neurótica con el tiempo. Seguimos con la teoría puritana que opina que no hacer nada útil equivale a perder el tiempo. Vemos el tiempo como un recurso limitado del que hay que exprimir hasta la última gota de productividad. Tenemos miedo a las horas vacías -¡el tiempo es oro! Y esa es una idea profundamente contraria a la niñez.
Si caminas por al calle con tu hija de seis años y ve una araña, se para, la observa, le da un nombre… y eso es lo que necesita su cerebro: realizar un ejercicio mental creativo. Pero nosotros, en vez de consentirlo, la arrastramos hasta la próxima actividad organizada porque no tenemos margen para detenernos. El problema es que despreciamos todo aquello que no valga dinero y que no pueda incluirse en un currículum impecable.


Carl Honoré
Bajo presión