El centre

El centre

Educación emocional con caballos


....Hay cambios interiores muy profundos que se producen cuando uno tiene trato con caballos y convive con ellos durante tiempo. Esto lo constatan cientos de personas alrededor del mundo que, como yo, han podido compartir muchas horas de su vida con ellos. Estos cambios se producen por la conciencia emocional que es necesaria para poder comunicarse con los caballos. No me refiero a la imagen romántica que muchas veces se le atribuyen a susurradores o comunicadores de caballos, o para el caso,
cualquier otra especie. Es más simple que eso. Cuando aprendemos a estar presentes, sin tabúes, etiquetas, ni disfraces sociales, respetando nuestro entorno, aceptándonos como somos y dando paso al true self (verdadero yo), estos magníficos animales, si les dejas, nos acompañan en un viaje de conciencia emocional difícilmente superable.
Pero mucho antes de esta ola de metodologías asistidas con caballos, los caballos han demostrado durante milenios, una y otra vez a los humanos que su presencia y compañía causan grandes cambios a nivel interior. Muchos pueblos entendieron que el
caballo era más que un animal para sus conquistas, supervivencia y transporte, elevándolo, en algunos casos, a la divinidad.
Pero, ¿a qué me refiero cuando hablo de la mágica conjunción caballo-humano? Los caballos hablan, y muy claro, pero no utilizan el verbo como el humano.
Su lenguaje corporal y vocal es muy explícito; debe serlo para avisar a otros de
su manada que han percibido un depredador, debe serlo para cortejar, para avisar a un compañero que se quiere jugar, para avisar que se ha traspasado el límite del espacio personal, para robar una yegua de otra manada a fin de comenzar el propio linaje, etc. etc. El comportamiento social de los caballos es exquisito, armonioso y equilibrado. Sus normas se basan en el bienestar y la supervivencia de su especie. Las yeguas mayores comparten el liderazgo y la responsabilidad de la manada con otras yeguas con las que tiene un fuerte vínculo. No hay un solo líder.
El caballo, como herbívoro que es, funciona como un inmenso receptor y amplificador de los niveles energéticos que hay en su entorno. Esto es imprescindible para asegurar su supervivencia. Un depredador hambriento desprende un nivel energético alto, el cual es captado por el caballo (y otros herbívoros) que a su vez emite señales corporales y energéticos que son captados por el resto del grupo. Nosotros somos depredadores, aunque nos hayan criado como vegetarianos, nuestro lenguaje corporal es la de un depredador. Constantemente captamos los niveles energéticos de otros humanos y de nuestro entorno pero, nuestra educación y cultura nos han
apartado de la conciencia de ello.
Decimos que el caballo refleja nuestro estado emocional, pero es más complejo
que eso. Lo que ocurre es que el caballo no se siente ni seguro ni a gusto
cuando percibe que las emociones no están en línea con el comportamiento;
cosa muy frecuente en los humanos. Lo que desprendemos de nuestro cuerpo a
nivel emocional cuando practicamos esta incongruencia, turba al caballo, ya que él
solamente funciona congruentemente - lo que siente es lo que refleja en su
lenguaje corporal. Mediante este reflejo adquirimos conciencia emocional. Nos damos cuenta de cuando somos congruentes, o auténticos, y cuando no. Mediante la conciencia emocional, destapamos nuestras emociones y damos paso a la fuente de información que estas emociones nos dan.
Todas nuestras emociones son una información valiosísima para nosotros que
además reflejamos en nuestro cuerpo. Una vez que aprendemos a utilizar esta información, la gestión emocional se convierte en un hábito.
Del mismo modo, cuando nos reprimimos emocionalmente ésta represión se refleja en dolencias físicas.
Los caballos tienen el don de hacernos sentir emociones y todas esas emociones son información que podemos utilizar para mejorar y crecer. Hace siglos, los Celtas regalaban un potro a una persona de la comunidad que había sufrido la pérdida de un ser querido porque sabían que el potro ayudaría a sanar la ausencia y además, creían que el caballo era mensajero entre los dos mundos. ¡Quién sabe si tenían razón!

autora: Talia Soldevila