El centre

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La naturaleza en el corazón I parte


Nuestros hijos crecen alejados de las enseñanzas que la naturaleza puede ofrecerles. Eso dispara unos síntomas que los médicos catalogan de déficit de atención o hiperactividad. Pero lo que sufren, en realidad, es un trastorno por déficit de naturaleza. Para cambiar su futuro, es urgente recuperar el amor por el mundo natural.

El verano pasado, Joe, nuestro guía de pesca de Milwaukee, Estados Unidos, sugirió que nos agarráramos. "así tendremos la forma de un gran animal con un montón de patas", dijo Parecía una recomendación sensata, pues a través de la abierta llanura, en la isla Kodiak de Alaska, un oso venía corriendo, así nosotros. Era un oso pardo Kodiak, el carnívoro de mayor tamaño del mundo, un animal que puede pesar hasta 800 kg y desplazarse a más de 50 km por hora.
"Alejémonos del agua" dijo Joe. El oso pasó ante nosotros y se metió de un salto en el recodo del río donde habíamos estado pescando. Joven, pero imponente, el animal empezó a propinar zarpazos a los salmones migratorios. De vez en cuando alzaba el hocico, movía la cabeza arriba y abajo y nos miraba para, a continuación, reanudar su pesca.
Una mirada a Matthew mi hijo de dieciséis años, que agarraba con fuerza el spray de pimienta defensivo. Sentí el arrebato de gozo que superó con creces mi preocupación por nuestra seguridad. Me sentí contento de que Matthew pudiera vivir una situación tan llena de belleza y humildad. "Esto hace que las clases del colegio me parezcan menos importantes" comentó en ese momento.
Entonces recordé que años atrás Mathew me había preguntado muy serio: "Papá ¿por qué todo era más divertido cuando tú eras niño? Siempre hablas de tu bosque, de tu cabaña en el árbol, y de cómo solías pasear a caballo cerca del pantano". Al principio, pensé que estaba harto de escucharme pues acababa de contratarle cómo era lo de coger cangrejos en un riachuelo. Como muchos padres, tiendo a idealizar mi propia infancia, y quizás ignoro con demasiada facilidad las experiencias de juego y aventura de mi hijo. Sin embargo Matthew tenía la sensación de haberse perdido algo importante. Y no se equivocaba.
Durante siglos, los seres humanos pasaban en la naturaleza la mayor parte de sus años de formación. Pero, en unas pocas décadas, la forma en que los niños entienden y experimentan la naturaleza ha cambiado radicalmente. En los años cincuenta, nadie hablaba de la lluvia ácida o de os agujeros en la capa de ozono. Sin embargo, o conocía muy bien mis bosques y mis campos, cada recodo del riachuelo y cada hoyo en los caminos de tierra.
Hoy, es posible que un niño pueda hablarnos de la selva amazónica, pero no de la última vez que se hizo una excursión por un bosque o que permaneció en un campo tumbado, escuchando el viento y mirando el paso de las nubes.
Los padres aducen varias razones al hecho de que sus hijos pasen menos tiempo en la naturaleza del que pasaron ellos: un acceso cada vez más limitados a las áreas naturales, que los niños prefieran el entrenamiento electrónico o las presiones del tiempo, en las que se incluyan largas jornadas escolares y laborales.
El mundo de nuestros hijos, ilimitados en el ciberespacio, se está reduciendo en realidad.
Sin embargo, en este momento en que hay más niños que nunca desconectados de la naturaleza, es cuando la ciencia está demostrando lo importante que es, para un desarrollo humano saludable, un contacto directo con el mundo natural.
Necesitamos vivir en la naturaleza seguramente más de lo que nosotros creemos. Los psicólogos ambientales han constatado que los niños que pueden disfrutar de un reducido entorno natural, como el jardín de su casa o, simplemente una habitación con vistas a un paisaje, están más protegidos psicológicamente. Los niños con discapacitados perciben una imagen mejorada de cuerpo y demuestran cambios de comportamiento positivos gracias a la interacción con la naturaleza. Los estudios sobre programas educativos al aire libre dirigidos a jóvenes problemáticos muestran un evidente valor terapéutico.

Richard Louv- Mente Sana

2 comentaris:

Anònim ha dit...

Bendita sea la Naturaleza!!!
Ostras, Anna!!!: m'he entusiasmat amb el teu relat. Però és que és així. Jo sóc profe de secundària i sé, a ciència certa, que els nens volen aquest tipus d'ensenyaments, vitals... que respecten el seu ritme i les seves aptituds/dons/curiositat....pero los empachamos con muchas asignaturas y contenidos.

Un petó!!!

Gachas!

AnnaMArnau ha dit...

Hola Toni,
Engabiem els nostres nens i joves, en unes escoles que semblen mes presons que llocs on aprendre, si es queixen, es bellugen, questionen se'ls considera rapidament hiperactius, que estem fem!!. Resulta que volem que els joves s'engresquin en temes obsolets que no els interessen i que saben que de res els serveixen, cal ensenyarlos coses mes practiques, fer-los sentir que aprendre es una aventura i no un castic.
Petons