El centre

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Hablando con animales


Entender a nuestros mejores amigos los animales, como ya se hacía en tiempos remotos, es una experiencia que muchos han decidido incorporar a su vida cotidiana como una manera de encontrar otro camino. La Fundación Trifolium lleva utilizando la comunicación telepática como una forma de aportar a nuestra vida más salud, sanación y energía

Más allá de la palabra existe un lenguaje que compartimos todas las especies que habitamos la tierra. Es un lenguaje que siempre ha existido y, aunque los humanos lo hayamos olvidado, los animales son expertos en ello, pues no dejaron nunca de utilizarlo, ya que nunca se distanciaron de la naturaleza, como lo hemos hecho nosotros.

La telepatía surge a un nivel mental y utiliza energías más sutiles, siendo la frecuencia universal con la que todos los seres podemos conectar para comunicar entre nosotros y el resto de la Creación y el Firmamento. Comunicarse mediante la telepatía nos permite acceder a los Registros Akáshicos o a la Conciencia Cósmica. Es el vehículo que facilita el intercambio de información de los planos mentales y espirituales o energéticos. Sin embargo, hasta hace poco la misma palabra «telepatía» producía escepticismo entre nuestra sociedad, y era categorizada como un fenómeno paranormal, algo que pertenecía a las novelas de ciencia ficción.

Civilizaciones avanzadas

Ahora nuestras mentes se abren a la posibilidad de que existe mucho más que la materia a tres dimensiones. Comenzamos a considerar probable que estos fenómenos formaron parte de nuestra vida cotidiana en una época remota en la que existieron civilizaciones muy avanzadas, cuyos conocimientos se guardaron como preciosos secretos para un futuro en el que la humanidad estuviera de nuevo preparada para asumir su destino más elevado. Se despierta en nosotros una irresistible curiosidad por estos temas. Atrás dejamos el miedo y desconfianza que han generado en el pasado, llevados por una necesidad de buscar respuestas y de abrir puertas que hace tiempo se cerraron. Y no es de sorprender, dado el panorama. Los humanos nos hemos encarcelado en jaulas de hormigón, hemos vendido nuestras almas a la ciencia Cartesiana, y nos hemos entregado cegadamente a la tecnología y maquinaria.

No es mi deseo descalificar ni la ciencia, ni la tecnología, pues cada una, de muchas maneras, también han permitido evolucionar a la humanidad. Sin embargo, la obsesión por entregarnos sin límites a este estilo de vida ha ido en detrimento de nuestra salud, nuestra inteligencia y nuestra capacidad para conseguir metas mucho más altas. Le hemos dado la espalda a la naturaleza, o mejor dicho, la hemos sometido a los parámetros materialistas, en los que vemos a los animales como productos, y los ríos y los bosques como recursos. Sin darnos cuenta hemos entrado en una dinámica destructiva que amenaza hasta nuestra propia existencia, palpable en el estado de salud de los humanos, los animales y el medioambiente.

Esta mentalidad es precisamente la que mueve ahora a muchas personas a rebelarse, a replantearse todo cuanto se da por echo en nuestra sociedad, desde nuestros valores, nuestros sueños, nuestras capacidades, nuestra realidad en general. No es raro entonces que nuestra juventud se encuentre en un abismo existencial, y que nuestra generación esté atravesando crisis personales y profesionales. Estamos buscando un cambio radical para nuestra realidad. Cada uno tiene su camino particular, y son las enfermedades o las experiencias dramáticas que vivimos las que nos están obligando a encontrar otro tipo de respuestas.

Los animales, a pesar de haber sufrido mucho bajo la mano del hombre, no han dejado de acompañarnos a lo largo de nuestra evolución. Aunque una gran mayoría de personas todavía creen que los animales son seres inferiores y que están ahí para someterles y utilizarles, vuelve a surgir entre muchos de nosotros la necesidad de rodearnos de su presencia (su energía). Y no por que esté de moda, sino por que es algo natural en el humano estar en compañía de los que antaño fueron nuestros hermanos mayores. Digo antaño, refiriéndome a la época en la que los humanos vivíamos en armonía con la naturaleza, y en la que se reconocía a los animales como nuestros maestros y guías. Las culturas que hoy sobreviven de aquellos tiempos nos recuerdan que en la creación primero surgieron las piedras y los cristales, luego se crearon las plantas y los árboles, después llegaron los animales y nosotros somos los últimos en aparecer en esta historia. Estas culturas mantenían una actitud de humildad y respeto hacia la naturaleza y a todos los seres, a los que consideraban más sabios que nosotros.

Invocar su energía

Veían a toda la vida en la tierra dotada de la misma energía, por lo que, todo cuanto existía, poseía un espíritu particular a su forma de ser. Para esta gente, todo está animado por la Energía Universal, también conocida como la Chispa Divina o el Soplo Vital. Cada piedra, cada bosque, y cada árbol; cada pájaro, río o montaña emanan su propia energía. La vida y todas sus manifestaciones eran sagradas y merecedoras de nuestro más sincero respeto. En su vida cotidiana y espiritual los animales se veneraban y se invocaba su energía en los rituales para atraer su fuerza y sabiduría. El chamán o líder espiritual de la comunidad solía disfrazarse del animal con pieles y amuletos para atraer su sabiduría. De esta forma, su tribu averigüaba donde cazar, donde encontrar agua donde mejor pasar el invierno. Podían, de esta forma, preguntar a los elementales (o espíritus de la naturaleza) el momento propicio para migrar o predecir temporales. Del águila se solicitaba que dotara al chamán de su capacidad para sobrevolar una situación, siendo esta rapaz el Tótem o animal de poder de los chamanes. De otros animales se invocaba su fuerza, resistencia, astucia, olfato u oído; en fin, la energía de los animales y su presencia en la vida de estas culturas impregnaba todos sus quehaceres. Precisamente, el concepto de animal Tótem, o animal de poder, surge de las culturas que creían que todos nacemos acompañados del espíritu o energía de un animal, y que éste se queda con nosotros toda nuestra vida, influenciando nuestra forma de ser. Pero también pueden unirse a nosotros otras energías de animales que nos ayudan parte del camino para superar diferentes experiencias. Cada cultura desarrolló su propio lenguaje con los animales, dándoles diferentes pero, a menudo, similares significados. Para los Celtas el salmón era el animal más sabio, pues era el más antiguo de todos los animales. Para los Indios Norteamericanos el lobo era símbolo de familia. Curiosamente el caballo en casi todas las culturas surge como el animal sobre cuyo lomo lleva a los hombres al Reino Celestial, siendo capaz de trasportarnos a otros planos mentales o espirituales.

Pero también aparece una estrecha relación entre nosotros y los animales en las religiones más recientes como la cristiana y musulmana. San Francisco de Asis vivió para recordarnos que todos éramos preciosas creaciones de Dios, de la más humilde alondra, hasta el lobo más feroz. Se decía entonces que hablaba con los animales y entraba en éxtasis en presencia de la naturaleza. Sus «florecillas» eran un canto de reverencia hacia todos los seres de tierra a los que llamaba hermanos. También las fábulas y las películas de Walt Disney que nos acompañan en nuestra infancia están repletas de animales que hablan entre ellos y los humanos que protagonizan estas historias. Si estamos atentos, todas las pistas de que existe la comunicación interespecie están ahí desde el día en que nuestros padres nos leyeron el primer cuento. Personalmente, fueron estas historias las que sembraron en mí el anhelo de encontrar la forma de conectar con los animales. Un sueño que mantuve desde pequeña y que comienza a hacerse realidad.

Así pues, contemplando la idea de que todos y todo está creado y conectado por la misma Energía que nos da forma y vida, que en la historia lejana de los humanos existió una época en la que comunicábamos por telepatía, no sólo entre nosotros sino con los animales, los árboles y las estrellas; de que aún perdura esta sabiduría en pequeños rincones del planeta, y que podemos recuperar ésta y otras habilidades, no dudo de que a muchos, en este momento, les fascine esta idea y que, en el fondo del corazón, yace un deseo por creerlo y poder hacerlo. La primera vez que me planearon la comunicación telepática con animales lo taché de fantasía imposible pero, a la vez, sentí el deseo de que fuera verdad. Desde entonces, mi camino está repleto de experiencias increibles y maravillosas con los animales. Ellos me han mostrado, tanto en sueños como en la realidad, lo estrechos que son los lazos, si tan sólo nos proponemos hacer un esfuerzo. Se trata de aprender otro lenguaje nuevo y extraño, más aún por que significa utilizar sentidos que no pensábamos que poseíamos; un lenguaje único y personal entre nosotros, los animales, y la naturaleza. Dice Ted Andrews, autor de «Animal Speak», entre otras obras sobre la Energía y los elementales, que cada uno de nosotros debe desarrollar su propio lenguaje con la naturaleza. Al surgir a un nivel energético o espiritual, más allá de las palabras, sucede como una conexión particular que existe entre la persona y la naturaleza. Todas las personas pueden acceder con su propia conexión. Es un código personal que debemos descubrir.Pero, ¿para qué? y ¿por qué?

Reencuentro

Decía antes que los humanos nos encontramos al borde de un abismo, y los animales y la tierra enferman con nosotros por todo lo que hemos hecho sin conciencia durante los últimos milenios. En nuestra búsqueda por salvarnos y rescatar aún lo que podemos está sucediendo algo en nosotros. Buscamos el contacto con los animales y la naturaleza, sin saber muy bien por qué. Los animales de compañía plagan nuestras ciudades e incluso sustituyen la compañía humana a los que deben vivir en una sociedad que fomenta la soledad. El éxodo al campo, a la montaña o al mar se ha convertido en un fenómeno los fines de semana. El ecoturismo y los deportes de aventura han sustituido, en muchos casos, la oferta y demanda del turismo cultural, aunque ahora hay gente para todo y también existe un deseo de encontrar respuestas en la historia que han dejado nuestros antepasados. No es casualidad que busquemos el reencuentro con los animales y la naturaleza. En el fondo, añoramos nuestro verdadero hogar, y ahora más que nunca, necesitamos volver para sobrevivir.

Los animales son en realidad mucho más de lo que aparentan ser. Esto lo he descubierto trabajando para su protección desde la Fundación Trifolium desde hace 12 años, y a través del estudio de la Medicina Tradicional China con Marita Casasola, de las culturas indígenas americanas, europeas (los Celtas) y mongola, y en sueños, meditaciones y visualizaciones. Para mí, los animales se han convertido es seres mágicos, portadores de mensajes divinos, terapeutas innatos, guías espirituales y espejos que se ofrecen voluntariamente para reflejar nuestro lado más profundo. Sin duda, han sido maestros que hábilmente me han guiado a encontrar otro camino. Me han demostrado que dentro de mí hay cualidades que desconocía y me han dado la fuerza para superar muchos obstáculos. Más allá me han enseñado la puerta que abre al mundo de la energía, el plano en el que todos somos uno; donde sobran los prejuicios y las palabras son innecesarias; donde lo entendemos todo y ellos se brindan a ayudarnos, a sanarnos y al resto de la tierra. Por esto comencé a dar cursos y talleres sobre las terapias naturales y la comunicación telepática con animales.

Aprender de los animales

Una grave epidemia en el refugio que gestiona Trifolium provocó que cuatro perras quedaran paralíticas y desahuciadas por la veterinaria convencional. Una incapacidad de tirar la toalla me llevó hasta Marita Casasola, quién consiguió sacar a las cuatro perras andando. Escuchándola hablar de los animales como seres especiales me contagió su entusiasmo en la filosofía y mitología China (llena de leyendas de animales fantásticos), y acabé estudiando acupuntura con ella durante cinco años. Sus libros y sus cursos, entre otros, me inspiraron a organizar el curso de «Nuestros Maestros los Animales». Éste es una introducción al mundo de las energías sutiles que despierta nuestra conciencia para concebir a los animales de otra forma mediante ejercicios que fomentan el uso de nuestra intuición e imaginación, herramientas indispensables para poder comunicar a nivel telepático. Una meditación guiada lleva al alumno hasta su animal Tótem y se lleva a la práctica la comunicación interespecie.

Mis experiencias con los animales no dejan de sorprenderme y poco a poco voy desarrollando ese lenguaje que en algún momento olvidé. Me he propuesto enseñar a otros cómo hacer lo mismo y repito este curso varias veces al año en Canópolis, nuestro santuario de animales en el Parque Natural del Garraf, desde 2004. En mayo 2010 ofreceré un curso de fin de semana en Llagostera (Gerona), con maestros muy especiales… los caballos.


Gemma Knowles
Vicepresidente de la Fundación Trifolium Fundadora de Nuestros Maestros los Animales

Revista Invierno 2010