Cuando un niño con autismo tiene una rabieta es terriblemente frustrante, para él y para los demás. Podemos no tener claras las causas o no haber podido controlar los factores que desencadenaron el enfado.
Habitualmente los motivos giran en torno a la falta de comunicación, inflexibilidad y control del ambiente o hipersensibilidades. Una vez estalló la tormenta, todos ponemos todo nuestro empeño en atender esa situación, buscar opciones y actuar de la mejor manera.
Una rabieta es dolorosa y agotadora pero quiero aportar una visión diferente. Una rabieta nos muestra los límites del niño con TEA, si conocemos y comprendemos el motivo que la desencadena, tendremos información muy valiosa para evitarla la próxima vez y actuar mejor.
La rabieta no es la causa, es la consecuencia, por eso mediante la observación, recogida de datos y reflexión podemos determinar qué alternativas podemos enseñarle al niño con TEA, para afrontar mejor sus dificultades.
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